El término Neoclasicismo (del
griego "neos"-νέος, latín "classicus" y griego
"ismos"-ισμός) surgió en el siglo XVIII para denominar de forma
peyorativa al movimiento estético que venía a reflejar en las artes los
principios intelectuales de la Ilustración, que desde mediados del siglo XVIII
se venían produciendo en la filosofía, y que consecuentemente se habían
transmitido a todos los ámbitos de la cultura. Sin embargo, coincidiendo con el
ocaso de Napoleón Bonaparte, el Neoclasicismo fue perdiendo adeptos en favor
del Romanticismo.
ORÍGENES:
Con el deseo de recuperar las huellas del pasado
se pusieron en marcha expediciones para conocer las obras antiguas en sus
lugares de origen. La que en 1749 emprendió desde Francia el arquitecto Jacques-Germain
Soufflot, dio lugar a la publicación en 1754 de las Observations sur les
antiquités de la ville d'Herculaneum, una referencia imprescindible para la
formación de los artistas neoclásicos franceses. En Inglaterra la Society of
Dilettanti (Sociedad de Amateurs) subvencionó campañas arqueológicas para
conocer las ruinas griegas y romanas. De estas expediciones nacieron libros
como: Le Antichitá di Ercolano (1757-1792) elaborada publicación financiada por
el Rey de Nápoles (luego Carlos III de España), que sirvieron de fuente de
inspiración para los artistas de esta época, a pesar de su escasa divulgación.
También hay que valorar el papel que desempeñó
Roma como lugar de cita para viajeros y artistas de toda Europa e incluso de
América. En la ciudad se visitaban las ruinas, se intercambiaban ideas y cada
uno iba adquiriendo un bagaje cultural que llevaría de vuelta a su tierra de
origen. Allí surgió en 1690 la llamada Academia de la Arcadia o Arcades de
Roma, que con sus numerosas sucursales o coloniae por toda Italia y su apuesta
por el equilibrio de los modelos clásicos y la claridad y la sencillez impulsó
la estética neoclásica.
La villa romana se convirtió en un centro de
peregrinaje donde viajeros, críticos, artistas y eruditos acudían con la intención
de ilustrarse en su arquitectura clásica. Entre ellos estaba el prusiano
Joachim Winckelmann (1717-1768), un entusiasta admirador de la cultura griega y
un detractor del rococó francés; su obra Historia del Arte en la Antigüedad
(1764) es una sistematización de los conocimientos artísticos desde la
antigüedad a los romanos.
En Roma también trabajaba Giovanni Battista
Piranesi (1720-1778); en sus grabados, como Antichitá romana (1756) o Las
cárceles inventadas (1745-1760), y transmite una visión diferente de las ruinas
con imágenes en las que las proporciones desusadas y los contrastes de luces y
sombras buscan impresionar al espectador.
El trabajo está cargado de simbolismo: la figura
en el centro representa la verdad rodeada por una luz brillante (el símbolo
central de la iluminación). Otras dos figuras a la derecha, la razón y la
filosofía, están rasgando el velo que cubre verdad.
La Ilustración representaba el deseo de los
filósofos de la época de la Razón (filosofía) por racionalizar todos los aspectos
de la vida y del saber humanos. Vino a sustituir el papel de la religión (como
organizadora de la existencia del hombre) por una ética laica que ordenará
desde entonces las relaciones humanas y llevará a un concepto científico de la
verdad.
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