viernes, 6 de junio de 2014

El lugar de la imaginación en la literatura



LA IMAGINACIÓN  DEL LECTOR

     
Todo lector es, cuando lee, el propio lector de sí mismo. La obra del escritor no es más que una especie de instrumento óptico que ofrece al lector para permitirle discernir aquello que sin ese libro, él no podría ver de sí mismo. El hecho de que el lector reconozca en sí mismo lo que dice el libro es la prueba de la verdad de este, escribe Marcel Proust
En la consideración de una obra literaria resulta imprescindible valorar no sólo el texto presente en ella sino, en igual medida, el acto de su recepción. El crítico Roman Ingarden contrapone “la estructura de la obra” y los modos de su “concreción” referidos específicamente al acto de la lectura.
El texto sólo existe como obra en su concreción, en su lectura. El texto creado por el escritor existe como fenómeno artístico y el texto (re) creado por el lector existe como fenómeno estético. La obra literaria no puede identificarse de manera parcial sólo con alguna de estas dos partes, el texto creado por el autor, por un lado, y la mera lectura, por otro.

















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