LA IMAGINACIÓN DEL LECTOR
Todo lector es, cuando
lee, el propio lector de sí mismo. La obra del escritor no es más que una
especie de instrumento óptico que ofrece al lector para permitirle discernir
aquello que sin ese libro, él no podría ver de sí mismo. El hecho de que el
lector reconozca en sí mismo lo que dice el libro es la prueba de la verdad de
este, escribe Marcel
Proust
En la
consideración de una obra literaria resulta imprescindible valorar no sólo el
texto presente en ella sino, en igual medida, el acto de su recepción. El
crítico Roman Ingarden contrapone “la estructura de la obra” y los modos de su
“concreción” referidos específicamente al acto de la lectura.
El texto sólo
existe como obra en su concreción, en su lectura. El texto creado por el
escritor existe como fenómeno artístico y el texto (re) creado por el lector
existe como fenómeno estético. La obra literaria no puede identificarse de
manera parcial sólo con alguna de estas dos partes, el texto creado por el
autor, por un lado, y la mera lectura, por otro.
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